Es un lugar sorprendente a donde se llega después de atravesar el tapete de retazos verdes que hacen los sembrados boyacenses de papa y cebolla.
Está ubicada en el marco de la laguna de Tota, conocida como el mar interior, pues con sus 20 mil hectáreas es la más grande del país y la tercera en Suramérica.
Para encontrarla hay que subir hasta los 3.100 metros de altura, donde predominan los campesinos de ruana y sombrero que le dan al paisaje un toque inverosímil.
Pero también hay bañistas que, tentados por el agua, deciden hacer de la ropa interior un traje de baño improvisado, pues son pocos los que creen real la posibilidad de encontrar una playa blanca en lo alto de la cordillera oriental.
Los que logran despojarse del frío hacen castillos y se entierran en la arena. Y los que no, acuden a un refugio con techo de paja desde donde se observan las tonalidades cambiantes del agua mientras el cuerpo se calienta con el sabor de un chocolate espumoso.
Otros, más aventureros, pueden dedicarse a cabalgar frente a la laguna. Y otros más, sencillamente, se sientan a disfrutar del paisaje, que no es nada convencional.
Sin saber cómo ni cuándo, la tranquilidad del lugar se apodera del cuerpo y las emociones. Y al cerrar los ojos, el viento y el silencio se convierten en alimento espiritual, que puede digerirse mientras se da un paseo por los municipios que bordean el agua.
Desde Aquitania (el reino de la cebolla), puede tomarse una embarcación para ir hasta alguna de las tres islas de la laguna, donde hay opción para acampar o pescar. Allí también es posible tomar clases de buceo o practicar deportes náuticos, como si se tratara de alguna playa con brisa de mar.
Más hacia el norte se encuentra Tibasosa (la tierra de la feijoa), un pueblo de gente amable que hace de su carácter la mejor arma de atracción turística. Allí la quietud que se respira convoca a viajeros que buscan refugio en el verdor de las montañas y el silencio del campo, mientras los hoteles prescinden de la televisión y la radio para facilitar el contacto de los huéspedes con la naturaleza.
Si usted va
- Desde Bogotá, tome la Carretera Central hacia el norte. Unas tres horas separan a la capital de Paipa.
- Pare en Ventaquemada para comer arepas dulces de maíz y queso.
- Entre los pueblos del circuito las distancias no superan los 30 minutos de recorrido.
- Para entrar a Playa Blanca, cada vehículo paga 3 mil pesos. Y los buses, 5 mil. Cerca de la laguna de Tota pruebe la trucha arcoiris.
No hay comentarios:
Publicar un comentario